Encías sangrantes del piano en la ciudad o la historia de Petronio Nájera
Por Salazar Ochoa
jsalazar@lahora.com.gt
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Sin temor a equivocarme puedo afirmar que si Guatemala tuviera un Salón de la Fama del Jazz, Petronio Nájera definitivamente tendría un lugar privilegiado. No se necesita ser un erudito de la música para reconocer que las manos de Petronio saben someter las teclas del piano para extraer los mejores néctares.
Gracias a Sergio García pude conocer algunos detalles de la vida de Petronio que nos hicieron pensar a ambos que visitarlo y hacerle una entrevista sería un homenaje oportuno para alguien que le entregó su vida a la música. Ni lento ni perezoso pacté una cita con él.
Nos reunimos con Sergio en el restaurante de la “M” amarilla que está sobre la avenida Bolívar y nos dirigimos rumbo a la casa del maestro Nájera. Luego de vacilar un poco dimos con el domicilio, fue el mismo Petronio quien nos abrió la puerta, le dije que para agarrar un poco de calor y confianza interpretara algunas melodías. Sergio y él se encargaron de mover un teclado eléctrico que impedía usar el piano del maestro. Cuando empezó a tocar supe que me encontraba frente a una verdadera leyenda viviente del jazz.
Le pregunté sobre sus orígenes, la historia de cómo empezó a escribirse su trayectoria musical y me dijo que precisamente había pensado en la posibilidad de que yo saliera con eso y había estado trabajando en un documento la noche anterior, se ausentó por unos minutos de la sala y regresó entregándome un manuscrito de su puño y letra que intenté transcribir fidedignamente a continuación:
Nací en La Democracia, Escuintla pero a los tres días fue mi peregrinaje por Patulul, Tiquisate, Quetzaltenango y San Antonio Suchitepéquez. A los doce años nos trasladamos con mi madre a la capital. Ella luchó para conseguirnos una beca y así poder proseguir con nuestros estudios pero para su decepción solo en el conservatorio consiguió beca; que para mí estuvo de lo mejor porque tocaba un poco de marimba que me había enseñado Don Roberto Bauer cuando estuve en San Antonio. A los catorce años entré al conservatorio, a los quince ya estaba tocando trompeta en los grupos musicales de ese entonces. Como era prohibido tocar música popular, me entregué a estudiar fervorosamente el piano clásico, habiéndome graduado en los años sesenta. Años difíciles porque a lo que me había entregado no tenía demanda en el mercado. Así que me tocó trabajar en algunos los night clubs de la época por cuatro quetzales toda la noche.
La evolución de las ciudades hace que surjan nuevas fuentes de trabajo y fue así como aparecieron los hoteles cinco estrellas. Fue en ese campo que permanecí por muchos años. Habiendo recibido la influencia del “Gran Fantasma”, el maestro Humberto Sandoval, me fui desplazando en ese terreno dando conciertos de jazz con mis leales amigos, generalmente en el IGA. Luego los grandes hoteles bajaron las alas y todos perdimos.
Pasé varios años varado hasta que por intermedio de dos amigos, Jorge Sierra, que por fortuna me he salvado de sus fuertes críticas, y de Don Luis Castellanos, que solo con su cálida y sabia sonrisa invita a un apretón de manos acompañado por un chiste o un hilarante comentario, hace grato cualquier momento y es él quien tiene un restaurante “La esquina del café jazz” donde toco los jueves y viernes de 7 a 9 de la noche.
Decidí grabar una de las interpretaciones del maestro en vídeo, qué mejor que una que él mismo hubiera compuesto. Sergio sugirió que fuera “Liberia”, tema fruto de la gira del maestro por el norte de África en la década de los sesenta. Al terminar de tocar pasamos a otro espacio, Petronio nos mostró algunos álbumes con fotografías familiares y de conciertos. Luego sostuvimos una amena conversación y el maestro respondió breve pero conciso nuestras interrogantes.
¿Qué fue lo que hizo que usted decidiera inclinarse por el jazz?
Por la trompeta, la influencia de los grandes trompetistas como Miles Davis se me pegó a la piel.
Por la trompeta, la influencia de los grandes trompetistas como Miles Davis se me pegó a la piel.
De las nuevas generaciones de músicos de jazz, ¿Algunos se han acercado a usted para preguntarle algo o pedirle consejo?
Todos se creen que ya saben todo. Nadie me ha preguntado nada. La computadora, esa es la maestra ahora.
Todos se creen que ya saben todo. Nadie me ha preguntado nada. La computadora, esa es la maestra ahora.
¿Cuáles considera fueron los mejores años en Guatemala para un músico que tocaba en los hoteles cinco estrellas?
Yo digo que fue en la década de los setenta a los ochenta. Eran contratos largos, imagínese trabajé allí veinte años seguidos.
Yo digo que fue en la década de los setenta a los ochenta. Eran contratos largos, imagínese trabajé allí veinte años seguidos.
Estuvo “varios años varado”, ¿A qué se debe ese parón en su carrera musical?
Como surgió esa nueva ola de música, esos ritmos… ¿Cómo se llama ese donde salen las morenas ahí moviéndose?
Como surgió esa nueva ola de música, esos ritmos… ¿Cómo se llama ese donde salen las morenas ahí moviéndose?
¿El reguetón?
Ahhh sí, el reguetón. Con eso se inició todo ese proceso acompañado de la salsa que hizo que ya no me llamaran a mí y mi música dejara de ser rentable para ellos.
Ahhh sí, el reguetón. Con eso se inició todo ese proceso acompañado de la salsa que hizo que ya no me llamaran a mí y mi música dejara de ser rentable para ellos.
¿Ha grabado las piezas que ha compuesto, tiene un disco?
No. Pienso grabarlas cuando me recomponga completamente. La técnica se pierde luego de permanecer sin tocar. He madurado los conceptos.
No. Pienso grabarlas cuando me recomponga completamente. La técnica se pierde luego de permanecer sin tocar. He madurado los conceptos.
¿Cómo reacciona la gente con su música?
El sábado pasado viajamos a Cobán, fuimos a tocar a un restaurante. Yo nunca había visto un público tan indiferente. A mí no me interesaba ir a quedar bien con nadie y tocar “Cobán” o “Luna de Xelajú”. A mí me interesa que conozcan un poco de esta música. No se sabía si les gustaba o no, incluso escuché a una señora que conversaba con su amiga y alcancé a oír que decía que la música que estábamos interpretando “no ofende”. Yo lo tomo como una misión cultural, el dar a conocer el jazz.
El sábado pasado viajamos a Cobán, fuimos a tocar a un restaurante. Yo nunca había visto un público tan indiferente. A mí no me interesaba ir a quedar bien con nadie y tocar “Cobán” o “Luna de Xelajú”. A mí me interesa que conozcan un poco de esta música. No se sabía si les gustaba o no, incluso escuché a una señora que conversaba con su amiga y alcancé a oír que decía que la música que estábamos interpretando “no ofende”. Yo lo tomo como una misión cultural, el dar a conocer el jazz.